15.07.2021 

El otro Marx. Porqué no se da una nueva lucha de clases …

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… y, no obstante la teoría de Marx continúa siendo muy actual

Porqué no se da una nueva lucha de clases y, no obstante la teoría de Marx continúa siendo muy actual

Norbert Trenkle1

En vista de la tremenda desigualdad en la distribución de la riqueza social, se está reiterando el discurso de un “retorno de la sociedad de clases”. tanto en las ciencias sociales como en los medios de comunicación y el debate político. En las ciencias sociales, este concepto alude sobre todo a una intensificación de confrontaciones en el campo de la división social y sus causas, que se abordan desde diversas perspectivas teóricas y empíricas2.

En el sector mediático y político también se observa un renacimiento del concepto marxista tradicional de clases3. En 2006, el inversor y multimillonario Warren Buffet proclamó cínicamente: „Hay una guerra de clases, sí, pero es mi clase, la clase de los ricos, la que está haciendo la guerra y, estamos ganando”4 , pero en los últimos años, políticos de izquierda como Bernie Sanders o Jeremy Corbyn han intentado movilizar de nuevo a la “clase trabajadora” contra el “capital”.

A primera vista, esta referencia al concepto marxista de clase y al paradigma de la lucha de clases puede parecer plausible, pero se desvanece al examinarlo más de cerca, debido a que las líneas sociales de división de hoy poco tienen en común con la contradicción de clase postulada por Marx y Engels en el Manifiesto del Partido Comunista, por ejemplo, y, por lo tanto, ya no pueden ser conceptualizadas adecuadamente con las categorías de la teoría de clase marxista. De todos modos, la teoría de clases fue siempre sólo un aspecto de la teoría marxista, y si continúa modelando la percepción general hasta el día de hoy, se debe principalmente a la gran influencia política alcanzada en los siglos XIX y XX. Pero existe otro aspecto de la teoría que Marx desarrolló, especialmente en su gran obra El capital y sus trabajos preliminares (Elementos fundamentales para la crítica de la economía política /Grundrisse der Kritik der Politischen Ökonomie, Zur Kritik der Politischen Ökonomie, etc.). El énfasis aquí no está en la crítica del capitalismo como sociedad de clases, sino más bien como un sistema social basado en la producción de mercancías que se independizan de las personas y las enfrentan en forma reificada como “segunda naturaleza”.

Es este aspecto de la teoría de Marx, el que es notablemente actual hasta el día de hoy – o más bien sólo ahora – porque no sólo puede explicar de manera clara la crisis de la sociedad capitalista, sino también sus conexas divisiones sociales, políticas y económicas. El otro aspecto, en cambio, el que está centrado en el paradigma de la lucha de clases, hace tiempo que se ha vuelto obsoleto, y, si hoy en día está experimentando un renacimiento se debe más a una necesidad nostálgica de la izquierda que a su potencial analítico.

Dos lados de la teoría

Para fundamentar esta tesis, primero debemos reconsiderar el núcleo de la teoría de clases de Marx. Según esta teoría, la oposición entre el capital y el trabajo es una contradicción antagónica, es decir, la oposición irreconciliable de dos principios sociales contradictorios, resultante del hecho de que la acumulación de capital se basa en la explotación del trabajo. Pero como el capital está sujeto a la compulsión de multiplicarse de manera imparable, la gran masa de involucrados en la producción va transformándose en trabajadores asalariados, y así el capital genera la propia fuerza social que terminará por abolir el sistema capitalista (Marx lo llamó el sepulturero del capitalismo).
Sin embargo, desde esta perspectiva, el trabajo no sólo es un contrapeso sistémico interno al capital, sino que en un sentido histórico-filosófico se elevaría a un poder suprahistórico generador de todos los valores, resultando entonces en convertirse en la “esencia” de la historia humana; es decir ocuparía el lugar reservado al “espíritu” en la teoría de Hegel En consecuencia, la emancipación social estaría concebida como la liberación del trabajo y, la realización de una sociedad basada en el trabajo general como una suerte de haber llegado a un nivel de conciencia del para sí de este supuesto ser. Desde este punto de vista, el trabajo es, por lo tanto, idéntico al punto de vista de la emancipación, y, la clase obrera “en sí ” ya representaría el más allá del capitalismo en el propio capitalismo.5

En el siglo XIX, esta tesis si bien podía aún parecer plausible, ya entonces era básicamente un equívoco, como lo muestra una mirada histórica retrospectiva. Puesto que, en primer término, la contradicción de capital-trabajo nunca fue una contradicción antagónica de dos principios irreconciliables, sino que más bien siempre hubo una contraposición de intereses intrínseca pero enmarcado en un sistema social referencial, regulable además hasta un cierto grado como se vió en la era del boom fordista, sobre todo, del que hablaremos más adelante.
Y, en segundo término, adjudicar al trabajo un valor central en la sociedad como si fuese “el creador de todos los valores” sería considerarlo un principio social suprahistórico per se y no una característica histórica específica del modo de producción capitalista6.

Lo que fundamentalmente diferencia a este modo de producción de todos los anteriores es, en primer término la fragmentación de la sociedad en individuos aislados entre sí, que sólo externamente se relacionan a través de la producción de mercancías.7 Dicho de otro modo: las personas establecen su vínculo social produciendo objetos de modo privado para otros seres anónimos. Así su trabajo privado adquiere un significado muy especial: para los individuos aislados, es el medio de socializarse de una manera específica. Lo que les interesa en su trabajo no es principalmente su aspecto concreto material, es decir, la producción de un determinado valor de uso, sino el lado abstracto, el que representa la generalidad abstracta del trabajo como mediación social y reflejado en el valor de cambio de las mercancías. En este contexto, es básicamente secundario si ellos producen estas mercancías o, si venden su fuerza de trabajo como mercancías y reciben su valor en la forma de salario..

Es esencial el hecho de que la producción de riqueza en el capitalismo adquiere una forma históricamente específica. Así como los individuos sólo están interesados en el aspecto social abstracto de su trabajo, de igual modo la totalidad de la producción social está orientada exclusivamente hacia esta abstracción: la obtención valor. En otras palabras, se trata de la producción de “riqueza abstracta”, de riqueza que se abstrae completamente tanto de todas las propiedades materiales y concretas de las cosas producidas como de las condiciones de producción asociadas. Si bien los individuos utilizan su trabajo como medio para adquirir otras mercancías, a nivel de la sociedad en su conjunto rige una lógica diferente. El propósito de la producción es directamente la obtención del valor per se. La producción se hace en función de convertir una cierta cantidad de valor en más valor, o en otras palabras, con el objeto de acumular capital; porque el capital no es más que valor en relación a sí mismo, valor que sólo se mantiene si se continúa multiplicándolo, es decir, devolviéndolo repetidamente al ciclo económico. De este modo, el valor representado en las mercancías se independiza de sus productores y adquiere un enorme poder sobre ellos y sobre todo el contexto social. Esto es lo que Marx llama el fetichismo de la producción de mercancías.

El trabajo es, por lo tanto, una categoría escencial de la sociedad capitalista. No se contrapone de manera exógena a la categoría de capital, sino que constituye su basamento e incluso es idéntica a ella en un nivel fundamental. Porque el valor no es otra cosa que la forma cosificada del trabajo abstracto del pasado. Esto no pretende negar la oposición de intereses entre el capital y el trabajo, pero es importante subrayar que se sitúa encuadrada dentro de una relación social común no es, por lo tanto, antagónica en el sentido del marxismo tradicional.

El fin de la conciliación de intereses

El hecho de que este conflicto de intereses haya sido a menudo dirimido con dureza se debe a la lógica del proceso en sí. Como el capital está bajo su compulsión de valorización, depende de la mercancía fuerza de trabajo por lo tanto le interesa reducir, en lo posible, su valor (expresado en la forma de salario). Por el contrario, los trabajadores asalariados quieren naturalmente vender su mercancía, es decir su fuerza de trabajo, lo más caro posible. Porque sólo con un salario suficiente pueden acceder a la riqueza de la sociedad, es decir, pueden comprar los bienes de consumo que necesitan para vivir. Por lo tanto, en última instancia, se trata de un conflicto de distribución, una disputa sobre cómo se divide el valor representado en las dos partes involucradas, el capital y el trabajo.

Pero, como este conflicto se desarrolla en un marco social común, ambas partes tienen, pese a todos sus conflictos, también un interés común en la existencia de la producción de riqueza abstracta. Por lo tanto, generalmente respetan las reglas del juego dictadas por esta forma de riqueza. En primer lugar, esto significa que la acumulación de capital debe continuar de manera constante. De lo contrario, el capital no podrá cumplir su fin en sí mismo de convertir el dinero en más dinero, ni los vendedores de fuerza de trabajo tendrán el dinero que necesitan como su sostén de vida, lo cual constituye. Este aspecto nodal que como marco referencial ambas partes tienen en común es la razón por la cual, la oposición entre el capital y el trabajo no ha hecho estallar en absoluto el capitalismo, sino que en el curso del siglo XX se encontraron las vías para mediar entre los diversos intereses y regular políticamente su relación.

Históricamente, el máximo equilibrio en la regulación de intereses entre el capital y el trabajo tuvo lugar en la era del fordismo. Lo cual no fue casual, ya que fue durante ese período, el capital se expandió a un ritmo sin precedentes históricos y, por lo tanto, necesitaba constantemente nueva fuerza de trabajo. Esto permitió a la otra parte, es decir, a los vendedores de fuerza de trabajo poder negociar condiciones relativamente buenas para la venta de su mercancía y participar así de la riqueza de los mismos en un grado inimaginable hasta entonces. La ruptura de esta constelación histórica no sólo se produjo con el colapso del llamado socialismo, como suele afirmarse hoy en día. Más bien, puede ser fechado una buena década y media antes, al ser desencadenada por el fin del boom fordista y el comienzo de la tercera revolución industrial, que supuso un salto cualitativo en el desarrollo de las fuerzas productivas. Como ya lo había predicho Marx en las Grundrisse8, el foco se desplazó del acento sobre la fuerza productiva del trabajo a la fuerza productiva del conocimiento, lo que dio lugar a una expulsión masiva de fuerza de trabajo en la producción. Aunque esto mejoró la posición de poder del capital en lo que respecta a deprimir salarios y empeorar las condiciones de trabajo, no obstante y, al mismo tiempo, con la disminución del trabajo masivo en la producción, el capital perdió la base de su propia valorización. La consecuencia de esto fue una profunda crisis en la valorización del capital, que duró hasta bien entrado el decenio de 1980.9

A pesar de todas las brutales medidas neoliberales para debilitar el poder sindical y desregular las condiciones de trabajo, la salida de esta crisis no podía estar en renovar la base productiva de la valorización del capital. Esto no fue posible porque una vez alcanzado un nivel de desarrollo de la potencia productiva, no se puede revertirlo. Por lo tanto, no puede haber un retorno a una constelación en la que el capital es valorizado a base del trabajo masivo en la producción. En cambio, la desregulación neoliberal y la transnacionalización de los mercados financieros abrieron la puerta a una nueva era de acumulación de capital que ya no se basaba principalmente en la explotación de la fuerza de trabajo. La explotación de la fuerza de trabajo fue sustituida ahora por la acumulación de capital ficticio.10

La era del capital ficticio

El capital ficticio no es otra cosa que la anticipación del valor futuro, es decir, el valor que aún no se ha producido pero que ya es efectivo en el aquí y ahora. Los medios técnicos para ello son los valores financieros contenidos en títulos (acciones, bonos, futuros, etc.), cuya obtención, certificada por los mismos, permite reclamar el monto de una determinada cantidad de dinero y su incremento mediante intereses o dividendos. La “producción” en masa de esos valores financieros y, su comercialización en los mercados financieros, ha permitido que el capital siga multiplicándose durante casi cuatro decenios, aunque hace tiempo que dejó de existir la base para una producción amplia de plusvalor. A este respecto, la crisis fundamental de la valorización del capital, que se originó en el decenio de 1970, nunca se ha resuelto. Más bien, fue y está siendo enmascarada y suprimida por la acumulación masiva de capital ficticio en los mercados financieros, por una “acumulación de capital sin explotación de plusvalor “11. Esta anticipación del valor futuro no puede continuar indefinidamente, porque la enorme acumulación de promesas no cubiertas para el futuro conduce a crisis financieras cada vez más violentas con efectos devastadores en los ciclos de la “economía real” y los servicios públicos. No obstante ha sido el motor de una tremenda dinámica capitalista expansiva que llevó a la aplicación definitiva del modo de producción y vida capitalista en todo el planeta.

Sin embargo, al mismo tiempo, en esta era del capital ficticio, la relación entre el capital y el trabajo ha cambiado tan fundamentalmente que incluso el inmanente conflicto de intereses entre las dos categorías ha perdido su posición social central. A primera vista, esta afirmación puede parecer sorprendente, ya que es obvio que la gran mayoría de la población mundial depende más que nunca del trabajo asalariado y la producción de mercancías en la historia. Sin embargo, paradójica y simultáneamente, el capital se ha independizado en gran medida de la explotación de la mercancía fuerza de trabajo, porque precisamente el centro de la acumulación se ha desplazado a la esfera del capital ficticio. Por supuesto, esto no quiere decir que ya no haya explotación de la fuerza de trabajo. Eso sería absolutamente contrafáctico. Pero la producción de plusvalor ha dejado hace tiempo de ser el motor de la acumulación de capital y se ha convertido en sí misma en una variable dependiente de la dinámica del capital ficticio en los mercados financieros12. En ningún sector es tan notorio como en el sector de la construcción, el rubro de la “economía real” más dinámico de la actualidad. Las inversiones sólo se realizan aquí mientras continúe activa la especulación inmobiliaria, que es un punto de referencia central para la acumulación de capital ficticio. Sólo entonces la gente tendrá la oportunidad de vender allí su fuerza de trabajo. La otra cara de la moneda es que en muchas regiones, especialmente en las grandes ciudades y aglomeraciones urbanas, ya no pueden permitirse vivir allí por el enorme incremento de los precios de los bienes raíces.

Sin embargo, las actividades económicas reales y, por ende, el consumo de fuerza de trabajo, dependen de la dinámica de los mercados financieros, lo cual es un fenómeno universal en la era del capital ficticio. Esta dependencia concierne tanto a la producción industrial como al sector terciario que, actualmente sólo puede proporcionar la mayor parte de los puestos de trabajo en cualquier parte del mundo porque se alimenta de los ingresos y beneficios generados predominantemente por el capital ficticio mediante la anticipación del valor futuro. El precio que el trabajo tiene que pagar por esta dependencia es, por supuesto, alto. Dado que el capital, en su movimiento de acumulación, ya no depende principalmente de la fuerza de trabajo, puede dictar en gran medida bajo qué condiciones la compra. Como el capital ya no depende en primer término de la fuerza de trabajo, por eso puede dictar las condiciones de la mercancía fuerza de trabajo, razón por lo que estas nuevas condiciones conforman la base determinante de la precarización y concentración de la fuerza de trabajo, que va acompañada de una pérdida de poder de gran alcance de los sindicatos y los partidos de los trabajadores.13 Al mismo tiempo, existe una enorme concentración de riqueza en cada vez menos manos, porque el capital ficticio puede multiplicarse en los mercados financieros en referencia directa a sí mismo, sin tener que dar el fastidioso rodeo de la explotación del trabajo en la producción de mercancías.

Pese a este desplazamiento de la dinámica de la acumulación a los mercados financieros, avanza a un ritmo acelerado la explotación despiadada de los recursos naturales. Por un lado, esto se debe simplemente a la globalización y a la implantación generalizada del modo de producción y de vida del sistema capitalista, incluso en aquellas regiones que hasta hace tres o cuatro décadas todavía pertenecían a la periferia capitalista14. Por otra parte, es precisamente el enorme aumento de la productividad tras la tercera revolución industrial lo que está impulsando la explotación de los recursos naturales. Esto no se debe a las nuevas tecnologías como tales, sino al desplazamiento masivo de mano de obra desde los sectores centrales de la producción industrial, lo que entra en contradicción con los imperativos de la producción abstracta de riqueza. La reducción masiva del tiempo de trabajo socialmente necesario para producir una mercancía conduce a una reducción de la parte del valor representado en cada producto, como puede verse, por ejemplo, en la caída de los precios de muchos productos que solían ser exclusivos. Sin embargo, el monto de los insumos para la producción de estas mercancías no se ven afectados por ellos y tienden a permanecer iguales o incluso a aumentar. Sin embargo, como el valor, es decir, la riqueza abstracta, es el único objetivo de la producción capitalista, las empresas intentan compensar estas repercusiones negativas relativas, aumentando la producción de mercancías en términos absolutos, y para ello tienen que gastar cantidades cada vez mayores de recursos. Por lo tanto, necesitan un rápido incremento de materiales para incluso mantener el nivel actual de producción de riqueza abstracta. Los potenciales de productividad que podrían utilizarse para reducir masivamente las horas de trabajo y organizar la producción según las necesidades, pero bajo otras circunstancias sociales, se transforman en un peligro para la humanidad bajo las actuales condiciones de producción de riqueza abstracta. Porque mientras por un lado aceleran la destrucción ecológica, por el otro hacen que cada vez más gente sea “superflua “15, les imposibilita vender su fuerza de trabajo y así los hunde en la miseria. Los grandes movimientos migratorios del presente son sólo una expresión de estos desarrollos.

Crítica y emancipación

Así como el conflicto entre trabajo y capital ha perdido su posición central en la sociedad, los conceptos tradicionales de emancipación, basados en el punto de vista del trabajo, también están en crisis. Hasta principios del siglo XX, las luchas sociales podían centrarse en la categoría trabajo. Ésta, constituía el punto de referencia para los vendedores de la fuerza trabajo para ser reconocidos en la sociedad capitalista con todos sus derechos. Aunque aquí cabe hacer una observación: su centralidad era esencial para la lucha por el reconocimiento de los vendedores de fuerza de trabajo como sujetos de mercancía dentro de la sociedad capitalista y no, como afirmaban los teóricos del marxismo tradicional, para quienes esta lucha apuntaba más allá del capitalismo. Sin embargo, con la generalización de la producción de mercancías, la venta de la mercancía trabajo se ha convertido en la norma social y, el mercado laboral es el principal marco de referencia dentro del cual opera la competencia general. Si bien el conflicto de intereses entre el capital y el trabajo no ha desaparecido, en gran medida ha sido subsumido por la competencia entre los vendedores de la mercancía fuerza de trabajo, que rivalizan entre sí por su parte de la riqueza representada en las mercancías. Peor aún, se ha agudizado la lucha por quedar dentro de este marco de referencia absoluto, es decir, para que se les permita vender su propia fuerza de trabajo para no ser considerados y consideradas completamente “superfluos”. Como resultado de eso, el trabajo está perdiendo cada vez más su posición central como categoría de integración y normalización social forzada y se está convirtiendo en un motor de la desintegración social. En vista de esto, la invocación enfática del “punto de vista del trabajo” y de la “clase obrera” pierde completamente la base que alguna vez tuvo en la realidad social.

La crisis resultante de la crítica tradicional del capitalismo ha dejado un vacío que aún no ha sido llenado por una nueva perspectiva de emancipación social. Pero esta circunstancia no debería tentarnos a reflotar la teoría de clases, sacándola del desván. Con razón terminó allí porque ya no tenía respuestas adecuadas para las contradicciones y crisis sociales actuales. Tampoco ayuda a inflar el concepto de lucha de clases hasta tal punto que tiende a abarcar todos los conflictos y movimientos sociales actualmente cada vez más relevantes, desde la resistencia a la apropiación de tierras en América Latina hasta las protestas de los inquilinos o arrendatarios y las luchas feministas, “queer” etc. , en los centros capitalistas, pasando por el movimiento climático global. Porque de esta manera el concepto de clase se estira hasta hacerlo irreconocible, con lo cual pierde toda la agudeza analítica. Sin embargo, es cierto que hay un punto en común entre todas las luchas y conflictos con ejes temáticos muy diferentes. Pero no consiste en un interés común superior (y ciertamente no en un “interés de clase”), sino que sólo es posible determinar lo que les es común de manera negativa, mediante la crítica.

Las protestas y los movimientos sociales surgen de diferentes maneras a lo largo de las líneas de conflicto trazadas por la dinámica imperial de la riqueza abstracta. Esta conexión permanece invisible, sin una conceptualización crítica de esta forma específica históricamente de la producción de riqueza. Esto se debe a que, empíricamente hablando, sus efectos y repercusiones son muy diferentes en las diversas esferas y dimensiones sociales.

En la actualidad, cuatro líneas de conflicto, en particular, son virulentas en los centros capitalistas: el encarecimiento (en gran parte) especulativo de la vivienda, el cambio climático, la precarización de las condiciones de trabajo y la inmigración. Todos ellos son el resultado directo de la dinámica de la producción de riqueza abstracta en la era del capital ficticio y, del intento de postergar por un tiempo los límites que el modo de producción capitalista debe lograr. Por otra parte, cualquiera que intente reducir todos estos conflictos al común denominador de un interés general debe fracasar, porque simplemente no existe. Al contrario: los intereses en los distintos conflictos son incluso diametralmente opuestos en muchos casos. Por ejemplo, cuando los precarizados en los centros capitalistas temen un empeoramiento de las condiciones de trabajo o, un incremento de los precios de la vivienda, como consecuencia de la inmigración. O cuando las medidas de política climática, como el impuesto sobre las emisiones de dióxido de carbono, amenazan los puestos de trabajo y elevan tanto los costos de combustible para el transporte y la calefacción como los de la electricidad. Las críticas y resistencia a estos situaciones, no se unen, sino que incluso entran en conflicto entre sí.

Por lo tanto, una tarea importante de la teoría social crítica de hoy es mostrar cómo las diversas líneas de conflicto y contradicciones resultan de la dinámica desatada de la producción de riqueza abstracta, lo que conforman su denominador común negativo. Si esto tiene éxito, dará lugar a puntos de orientación para una práctica emancipadora que puede reunir las líneas aparentemente dispares de conflicto e iniciar un proceso de transformación fundamental, en el curso del cual la sociedad se reinventa a sí misma. La perspectiva general y unificadora aquí sería la consistente supresión de la producción de mercancías y la apropiación de los potenciales sociales más allá de la lógica del mercado y del Estado. Para la solución de la “cuestión de la vivienda” esto significaría, por ejemplo, cuestionar la propiedad privada de los bienes raíces y, al mismo tiempo, desarrollar nuevas formas de organización cooperativa de la vivienda y el entorno social. Una transformación consistente del sector energético requeriría su transformación en estructuras municipales y comunitarias. Y una reducción radical de las horas de trabajo, que desde hace mucho tiempo es perfectamente posible por la altísima productividad alcanzada, lo cual en última instancia sólo será posible cuando mantener und buen pasar ya no dependa de los ingresos.

Mientras que el discurso de clase siempre pregunta principalmente sobre el “quién”, es decir, quiere identificar al presunto actor de la emancipación, la negación de la producción abstracta de riqueza da cuenta sobre el “qué”, es decir, sobre el contenido del proceso de emancipación social. La cuestión de los actores de este proceso adquiere entonces un carácter derivado. Como no existen a priori, sólo pueden formarse en el marco de los diversos conflictos. Sólo pueden remitirse al Manifiesto del Partido Comunista en términos de su gran ímpetu revolucionario. Pero, respecto a una discusión sustantiva sobre la emancipación y sus obstáculos, es necesario remitirse al “otro Marx“, a esa parte de la teoría de Marx que el marxismo tradicional todavía ignora en gran medida.

TRADUCCIÓN de Cigarras Solidarias

Notas

1 Versión extensamente revisada y ampliada de una conferencia titulada: El otro Marx. “¿Porqué el Manifiesto Comunista es obsoleto?” Conferencia “Manifiesto Comunista: Historia, Legado, Crítica” (Praga, 7.6.2019). publicado en Soziopolis el 9.6.2020: www.soziopolis.de/beobachten/gesellschaft/artikel/der-andere-marx/

2 A más tardar, a partir de la gran crisis financiera y económica ha aparecido un número casi inmanejable de publicaciones sobre esta cuestión. Los siguientes son sólo algunos ejemplos: Thomas Piketty, El capital en el siglo XXI. Paidós; Didier Eribon, Regreso a Reims, El zorzal 2015; Oliver Nachtwey, La sociedad del descenso, PAIDOS / 978-958-42-6346-9; Heinz Bude / Philipp Staab (Hg.), Kapitalismus und Ungleichheit. Die neuen Verwerfungen. Frankfurt am Main / New York 2016.

3 Por ejemplo Slavoy Žižek, The New Class Struggle, Berlin 2015; Sebastian Friedrich / Redaktion Analyse & Kritik (Hg.), Neue Klassenpolitik, Berlin 2018.

4 Warren Buffet en entrevista con Ben Stein, en: New York Times, 26.11.2006, www.nytimes.com/2006/11/26/business/yourmoney/26every.html?_r=0 (7.6.2020).

5 Esta tesis fue elaborada filosóficamente y se hizo famosa por Georg Lukács en su ensayo de 1923 “La cosificación y la conciencia del proletariado”en https://www.google.com/search?client=firefox-b-d&q=lukacs+la+cosificacion+y+la+conciencia+del+proletariado Moishe Postone critica esa tesis profundamente en su libro, Tiempo, trabajo y dominación social, Madrid 2006 [1993]. http://papelesdesociedad.info/IMG/pdf/tiempo_trabajo_y_dominacion_social__postone.pdf.
Ver también: Norbert Trenkle, Die metaphysischen Mucken des Klassenkampfs, en: Krisis 29 (2005), págs. 143-159.

6 Moishe Postone, Tiempo, Trabajo y Dominación Social, Editorial Marcial Pons, Madrid cap. 4

7 Norbert Trenkle, Ungesellschaftliche Gesellschaftlichkeit, www.krisis.org/2019/ungesellschaftliche-gesellschaftlichkeit/ (7.6.2020).

8 Karl Marx, Grundrisse der Kritik der politischen Ökonomie, en: Marx-Engels-Werke Bd. 42, Berlin 1983, p. 599 ss.

9 Ernst Lohoff / Norbert Trenkle, Die große Entwertung, Münster 2012, p. 75 ss.

10 Lohoff/Trenkle, Die große Entwertung; Ernst Lohoff, Die letzten Tage des Weltkapitals. en: Krisis (2016), 5, www.krisis.org/2016/die-letzten-tage-des-weltkapitals/ (7.6.2020).

11 Ernst Lohoff, Kapitalakkumulation ohne Wertakkumulation, en: Krisis (2014), 1, www.krisis.org/2014/kapitalakkumulation-ohne-wertakkumulation/ (7.6.2020).

12 Norbert Trenkle, Die Arbeit hängt am Tropf des fiktiven Kapitals, en: Krisis (2016), 1, www.krisis.org/2016/die-arbeit-haengt-am-tropf-des-fiktiven-kapitals/ (7.6.2020).

13 Norbert Trenkle, La crisis del trabajo y los límites de la sociedad capitalista, https://www.krisis.org/2019/la-crisis-del-trabajo-y-los-lmites-de-la-sociedad-capitalista/

14 Ulrich Brand / Markus Wissen, Imperiale Lebensweise, München 2017.

15 Bauman, Zygmut (2004) Wasted Lives: Modernity and Its Outcasts, Cambridge: Polity.