por Andreas Baumgart
Observación preliminar
Cientos de soldados desangran día a día en las trincheras de más de 2000 kilómetros de largo que separan a los ejércitos de Rusia y Ucrania. La infraestructura civil de Ucrania es destruida sistemáticamente mediante incesantes bombardeos rusos. Tanto Trump como Putin quieren apoderarse de las materias primas y de la producción energética de Ucrania.
Las izquierdas están divididas y se posicionan a favor de Rusia o de Ucrania. En las corrientes antiimperialistas no existe duda alguna: Rusia es considerada víctima de una agresión de la OTAN ejecutada por una Ucrania fascista.
Ante el intercambio de insultos, estereotipos y dogmas anticuados, el estudio y análisis de la ideología-política que se viene implementando en Rusia hace aproximadamente dos décadas y media, brilla por su ausencia. Amplios sectores de las izquierdas del sur global se informan a través de medios como RT, emisoras regionales, influencers y cuentas falsas (bots) que forman parte del inmenso aparato de desinformación ruso. De hecho, muchos ven en Rusia algo así como un sucesor progresista de la Unión Soviética y baluarte contra el imperialismo yanque. Las condiciones de vida, la ideología-política que determina el curso de Putin, las enormes contradicciones sociales y las luchas cívicas de la población rusa no merecen atención.
Mientras tanto las derechas extremas, populistas y neofascistas del mundo siguen con mucha atención y simpatía los profundos procesos de cambio ideológico y las prácticas autoritarias en el inmenso imperio ruso. Ojalá este articulo sirva para atraer el interés hacia el panorama interno del gigante e iluminar la remodelación identitaria de la sociedad rusa.
31 de marzo de 2025
Hace algunos meses, un grupo de soldados rusos se dirigieron públicamente a Putin pidiendo socorro frente a los abusos a los que serían sometidos en el frente. Declararon: “Firmamos voluntariamente estos contratos para participar en la operación especial militar, para erradicar este fascismo. Pero al final, el fascismo está entre nosotros e intenta erradicarnos por todos los medios.” (https://www.fr.de/politik/putin-hilfe-ukraine-krieg-russland-soldaten-verluste-video-militaer-front-zr-93191503.html)
Uno de los centrales argumentos de Putin y sus allegados para justificar el asalto a Ucrania, intentando de incorporarla en el territorio ruso, consiste en acusar al gobierno ucraniano, a su ejército y a los movimientos democráticos de ser fascistas. El aparato de propaganda ruso no cesa en mostrar imágenes de grupos armados tipo milicias fascistas y organizaciones ultranacionalistas, que de hecho existían, pero como grupos minoritarios. Apunta a medidas culturales antirusas, que fueron y son criticables, pero entendibles como resultado del conflicto militar del Donbas desde 2014 y la ocupación rusa del territorio ucranio de Crimea.
Me pregunto: ¿Es cierto que se libra una lucha contra “el fascismo”? ¿Corresponden las acusaciones de Rusia a un análisis serio de fascismo y de la realidad social de Ucrania o son a lo mejor propaganda política? ¿Puede ser que Putin haya logrado imponer una narrativa interesada en su país y en vastas regiones del sur global? ¿Y más aun, es posible que nos encontramos ante una inversión de la realidad? ¿A qué se debe la amplia simpatía y cooperación de las derechas extremas, populistas y neofascistas de Europa y Estados Unidos para y con Putin? ¿Y porqué los filósofos rusos y europeos, arquitectos de las de las identidades reaccionarias, machistas, patrióticas, misóginas, racistas, culturalistas, fascistas, nazistas e imperiales del siglo pasado y antepasado, dominan póstumo el debate político-ideológico en Rusia? Para responder, es necesario dejar del lado por un momento la propaganda política y las noticias falsas que dominan a los medios y dedicarse mas de cerca a la biografía del personaje Putin y las mentes que influyen marcadamente su pensamiento.
El siguiente listado y síntesis comprimida de los pensadores que influyen de manera significativa en el pensamiento de Putin nos permite responder a las preguntas. Se trata de pensadores que cita frecuentemente, regala sus libros y que son elemento básico del adoctrinamiento en las escuelas ideológicas de las cúpulas militares. En 2014 el Kremlin regaló a cinco mil altos funcionarios rusos tres libros filosóficos, de los autores abajo presentados, que Putin considera esenciales. Cuadros políticos, cúpulas estatales y ideólogos se reúnen en célebres aulas zaristas para escuchar y debatir las citas del presidente que definen la orientación a seguir.
Basándose en la selección de obras rusas, el autor y filósofo francés, Michel Eltchaninoff, autor del libro “Dans la tête de Vladimir Poutine” (En la cabeza de Putin), examinó la nueva ideología estatal rusa. El eslavista alemán, Ulrich M. Schmid, recopiló el libro y resumió como sigue, a los más notables “influencers” de Putin:
1. Iwan Iljin (1883 – 1954)
El filósofo hegeliano anticomunista y enemigo del pacifismo de Tolstoi. Elaboró la visión de una “dictadura nacional”, de corte patriarcal para una Rusia poscomunista. Legitimada por religión y una lectura específica de la historia. El estado patriótico es dirigido por un caudillo, quien sabe que es lo que se deber hacer. Principales temas para una “educación nacional” deberán ser territorio, ejército, cuentos y santas leyendas. En vez de una “libertad externa” en las sociedades occidentales liberales, se propaga la “libertad interna” dentro de un colectivo nacionalista.
2. Wladimir Solowjew (1853-1900)
El filósofo religioso, panteísta y amigo de Dostojewski, quien inspira a Putin por su visión de una unión de reinos cristianos. Solowjew aspiraba la convergencia de la metafísica con el empirismo, creencia y ciencia, distanciándose de esta manera del racionalismo. El destino de la vida consiste en implementar el imperio de dios y el perfecto orden moral de las relaciones interhumanas. Favoreció la reunificación de la iglesia ortodoxa y católica y el reconocimiento del papado.
3. Alexander Prochanow 1938
El periodista y escritor antioccidental, fue galardonado por Putin en 2018, entre otros, por sus “principios e ideales cívicos”. La “idea rusa”, según Prochanow, se basa en tres axiomas: 1. Rusia es por naturaleza “un imperio cuyas fronteras respiran”. 2. “Existe un mesianismo ruso y, por tanto, una oposición no sólo estratégica sino también espiritual entre Oriente y Occidente”. 3. “Los valores conservadores de Putin sobre el individuo, la familia, la relación con la naturaleza se oponen frontalmente al modernismo occidental”. El conflicto llegará a su punto álgido y se producirá una “nueva guerra mundial”.
4. Lev Gumilyov (1912-1992)
El etnólogo, historiador y poeta, último representante del movimiento euroasiático. Putin asistió a un círculo de estudio dedicado a este pensador. Gumilyov desarrolló la teoría de una energía vital de los grupos humanos de la región euroasiática, a la que incluyó Rusia y Asia Central, que estaba condicionada por el clima y el paisaje. Según él, los rusos y los pueblos turco-mongoles forman una “superetnia” y se caracterizan por una “pasión” especial. Esta “energía interior” asegura una voluntad de autoafirmación y expansión y los distingue de los europeos, que han entrado en la etapa histórica de la inercia.
5. Alexander Dugin (1962)
El politólogo ultranacionalista, filósofo y máximo representante de la corriente neo-euroasiática, considerado el cerebro secreto de Putin. Inspirado en las ideas euroasiáticas de los años 20 y en la revolución conservadora alemana, lucha por un “Gran Imperio Ruso” que se oponga a las élites globalistas de occidente. Acusa al occidente de totalitarismo, ya que impone la ideología liberal al mundo sin tener en cuenta las peculiaridades locales. Va a surgir un nuevo orden mundial policéntrico en el que se acabará con el dominio de Estados Unidos.
Dugin se desempeña entre otros como “director de la Escuela de Política de la Universidad Estatal Rusa de Humanidades de Moscú, que lleva el nombre del filósofo fascista Iwan Ilyin. Actualmente está planificando la reorganización integral de la forma en que se enseñará ciencia política en Rusia en el futuro. El correspondiente ciclo de conferencias de 240 páginas y un concepto didáctico de 76 páginas están a disposición del medio de comunicación opositor ruso Meduza, que ha analizado los textos.” (Cita: Tobias Schibilla, periodista, t-online 28.02.2025)
Dugin propaga a Rusia como la „tercera Roma“, definida por el „neo-eurasismo“ y con una extensión desde Dublín hasta Vladivostok. Aún no se aprobó el ciclo, pero las teorías ya parecen ser hegemónicas en los sectores que toman decisiones.
Completan la lectura selectiva y parcial de Putin el filósofo político alemán Carl Schmitt, el “revolucionario nacional”, Ernst Niekisch, que siempre oscilaba entre la derecha y la izquierda y el filósofo cultural fascista Julius Evola.
Un momento clave de la tarea encomendada por Putin consiste en reescribir la historia y construir un pasado imaginario como meta para el desarrollo futuro de la sociedad rusa.
La ideología-política que Putin propaga intensamente, se caracteriza por una mezcla de elementos ideológicos representados por los arriba mencionados pensadores: ultranacionalistas, fascistas, reaccionarios, revisionistas, misóginos, nacionalsocialistas, patrióticos, gran-rusos, racistas, etnicistas y ortodoxos. No se trata de una ideología política homogénea y sin contradicciones. Se trata mas bien de una fusión de diferentes corrientes nacidas en transcurso de más de un siglo y medio, que sirvieron en sus tiempos a crear y/o fortalecer identidades raciales, culturales y étnicas en el proceso de la formación de naciones, entre ellas la rusa y/o eurasiática. Fundamentalmente anticomunistas y antisocialistas por un lado y dirigidas por el otro contra el progreso de la civilización occidental europea y sus democracias liberales, hoy nuevamente consideradas disruptivas y decadentes.
En su carrera política, Putin ha pasado por varias metamorfosis muy ligadas a los precipitados acontecimientos después de la implosión del imperio soviético. Su personalidad autoritaria y lista, su astucia, su habilidad táctica, el patriotismo y el oportunismo del momento son las características indispensables de agentes de alta gama del KGB y FSB, que lo llevaron finalmente a ser la persona más poderosa de Rusia. A pesar de sus cambiantes relaciones con Europa Occidental y variados desarrollos internos rusos, son estas las características que recorren su biografía como un hilo rojo y lo predestinaron para ser hoy el principal referente para casi todas las derechas extremas y neofascistas. Putin nunca ha superado su desilusión por la caída del inmenso imperio bolchevique. No por el fracaso del sistema del “socialismo real”, sino por la pérdida del poder sobre un inmenso territorio conformado por múltiples estados, regiones y naciones desde Moscú, el epicentro del antiguo imperio ruso.
Desde la implosión del comunismo o socialismo real, están quemadas perspectivas identificadas con este pasado en Rusia y el resto de antiguos países socialistas. Comunismo o socialismo son sinónimos de mentira, doble moral, corrupción, abuso, escasez y ausencia de libre desplazamiento.
Sin embargo, existen sectores de la población rusa, que ansían un sistema autoritario, liderado por un caudillo, preferiblemente religioso, que garantice el libre desempeño económico y empresarial, un orden rígido y que proporcione a la vez un mínimo sustento fiable para aliviar la precaria situación en la que vive la mayoría de la población. Buscan una nueva identidad nacional, más allá de la antigua bolchevique. Este pensamiento populista, nacionalista, conservador y autoritario compite con los sectores modernos actualmente oprimidos, que se sienten mas atraídos por las libertades democráticas y los derechos individuales.
Putin no quiere y puede ofrecer una perspectiva democrática. En cambio, recoge la demanda de los sectores populares retrógrados y les ofrece una identidad, racial, étnica y/o cultural unificadora. Identidad en vez de buen vivir y participación. En principio, la lógica de la formación de identidad se basa en inclusión y exclusión. Crear el “nosotros” implica definir también lo ajeno, a “ellos” o “aquellos”, que no tienen cabida en el común “nosotros”. Aquellos son las minorías, los demócratas, los cosmopolitas e internacionalistas, los y las activistas de la sociedad civil, los intelectuales, en fin, todos los tildados de woke, que se resisten o no caben en la uniformidad ideológica de familia patriarcal, patria grande, dios y caudillo. La dura represión interna contra la oposición civil, política y sindical complementa el panorama social. La violencia contra los opuestos se ha vuelto estructural y muchas veces mortal. Además, la formación de este tipo de identidad va acompañada de guerras, que sirven de incentivo al patriotismo y la aceptación de la realidad fáctica. Las guerras e intervenciones militares en Chechenia, Georgia, Tayikistán, Moldavia y Ucrania subrayan esta intencionalidad. Además, opera el grupo Wagner en Africa. Un poderoso ejército de milicianos controlados por el Kremlin y cuyo nombre proviene del compositor preferido de Hitler. La milicia forma hoy parte del ejército de intervención oficial de Rusia denominado “Afrikanski Korpus” en referencia al ejército nazi en Africa bajo el mando del mariscal Erwin Rommel durante la segunda guerra mundial.
Nada de este proceso es históricamente nuevo y funcionó de una u otra forma en varios estados, pero hoy resucita con ímpetu frente a las diversas crisis nacionales y del sistema de mercado mundial como tal.
Rusia y sus aliados regionales se encuentran en una situación crítica, que puede reventar tarde o temprano. La extrema riqueza ostentosa con su extrovertido lujo tipo nuevo rico, que caracteriza a los miembros de la nueva nomenclatura rusa, agobia a gente de las capas sociales medias y bajas. La componen oligarcas, la casta política y administrativa del estado, directivos de las empresas mixtas y estatales y las mafias. Esta minoría del 1%, que posee el 59% de la fortuna rusa contrasta fuertemente con la mitad de la población, que a la justa tiene para comer y vestir y un 12%, que vive en la miseria absoluta. Son las mujeres mayores y ancianas, las que más sufren bajo estas condiciones.
Difícil saber si Putin cree en esta suerte de “ideología rusa” que propaga o solo la usa para mantenerse en el poder. Es muy probable que halla internalizado bastante de esta mixtura ideológica que incorpora mucho de su personalidad, pero sigue capaz de tomar distancia pragmática frente a cambiantes realidades. Pero, en fin, esto no es lo esencial. Pesa la incentivación y profundización de un proceso político-ideológico patriarcal-machista, reaccionario y retrógrado, que marca profundamente a la sociedad rusa hoy y para el futuro. Sitúa a Rusia en el campo de la reacción y creciente barbarie mundial.
Dentro de la estrategia de Putin y la nomenclatura, la juventud rusa juega un rol central para la construcción de una Rusia antidemocrática imperial y expansiva. Para acapararla para los propósitos ideológicos y militares, se crearon una serie de organizaciones de carácter premilitar y paramilitar como Wolontjory Pobedy (Voluntarios de la victoria), Molodaja Gwardija (Guardia Joven) y Junarmija (“Ejército Joven”), el último con actualmente 1.4 mío. de miembros. Los miembros visitan escuelas de adoctrinamiento y estudian las nuevas interpretaciones del pasado ruso. Se trata de crear un sustento sólido y una fuente de futuras élites comprometidas con una Rusia imperial. Entre otras, estas organizaciones son utilizadas para hostigar, aislar y reprimir a jóvenes y jóvenes adultos que no aceptan los conceptos retrógrados autoritarios. Se semejan a la juventud hitleriana y los fasces juveniles de combate de Italia a inicios del siglo pasado.
La invasión de Ucrania no solo se debe al factor ideológico identitario gran-ruso, sino también al temor a cualquier proceso democratizante que pueda peligrar al poder establecido. El proceso de acercamiento de amplios sectores de la población ucraniana a Europa occidental fue considerado por Putin y su nueva nomenclatura como grave peligro, que podría revivir y alentar a la oposición democrática de su país. Temía, que las estrechas relaciones familiares y amicales dadas entre Ucrania y Rusia podrían convertirse en entrada importante de la detestada decadencia “occidental”. Para Putin, sus consejeros filósofos aún vivos y todos sus fieles una suerte de caballo troyano, que amenazaría de manera mortal al sacrosanto cuerpo popular ruso. En este sentido, el ataque a Ucrania fue y sigue siendo también una advertencia definitiva para la propia población rusa.
Hace mucho tiempo se usa al término fascismo de manera inflacionaria. Algunas izquierdas suelen atribuir el término a cualquier represión, personaje autoritario, dictaduras, democracias autoritarias o derechas radicales. De esta manera se ridiculiza y minimiza lo que el fascismo ha significado en su época. Pero las derechas extremas y el neofascismo, mucho más hábiles en la propaganda y hoy mas estudiosos que las izquierdas activistas, han aprendido y dan vuelta al asunto. Son ellos los que ahora acusan a demócratas, izquierdistas, socialistas y todo lo woke de ser fascista. Minorías fascistas, que oprimen las mayorías sanas y peligran los valores tradicionales. Como meros términos de insulto, fascismo y nazismo han perdido lo esencial de su significado histórico, la dimensión de su penetración en las sociedades, su dimensión de violencia y del conocimiento de su génesis a inicios del siglo pasado. Por esto es inminente analizar bien la ideología-política, las propuestas, prácticas y las metas de los movimientos y gobiernos ultrarreaccionarios en detalle para definir las posibilidades de oposición y su superación más allá de las meras denominaciones. La única forma de liberarse de un régimen fascista o nacista es mediante contraviolencia y resistencia cívica generalizada de toda índole. Contra autoritarismos como los que rigen en la mayoría de los estados del mundo y contra derechas radicales y extremas aún se puede aplicar métodos de resistencia que no desembocan necesariamente en una guerra interna.
Para hablar de fascismo y nazismo, deben coincidir varios elementos ideológicos y prácticos que caracterizaron a estos sistemas en su época:
- La ambición imperialista con su perspectiva guerrera y su respectivo militarismo;
- la protección de la propiedad privada y preservación de una economía de mercado;
- La jerarquía vertical de la sociedad con un caudillo todopoderoso por encima;
- El caudillo encarna el deseo del pueblo, “es” el pueblo;
- La interpretación de pueblo y nación como organismo homogéneo de identidad racial y/o étnica superior. “Pueblo” y “raza” reemplazan a las clases y capas sociales en el imaginario.
- Control político total sobre la producción estatal y privada, subordinada a los fines fascistas y/o nacionalsocialistas;
- Control total sobre los medios. Su uso para propaganda, simbolismo y mentira (fake news)
- La contraposición imaginada de un capital productivo basado en el trabajo y de un capital financiero improductivo, basado en la especulación y oculta manipulación;
- Apología de las tecnologías
- El trabajo como única razón y legitimación de ser;
- Trabajo forzado y esclavitud;
- El “darwinismo social” que postula el derecho del más fuerte;
- El saqueo y robo de los grupos y estados sometidos;
- El soporte de parte de un vasto movimiento popular compuesto por varias capas sociales;
- El ultranacionalismo y patriotismo;
- División de la humanidad en razas;
- La exclusión y eliminación de minorías y de personas o grupos asignados de “vida indigna de vivir”, primordialmente en el nacionalsocialismo;
- La familia patriarcal heteronormativa como núcleo de la sociedad;
- Política de apoyo social destinada únicamente a los miembros de la raza.
- La violencia totalizada como método de regulación de conflictos sociales, castigo e intimidación;
- Organizaciones paramilitares de masas;
- Una justicia política y un parlamento cesado, silenciado o abolido;
- El rechazo a la autodeterminación del individuo y sus respectivos estilos de vida;
- Rechazo de la democracia liberal, del cosmopolitismo e internacionalismo, la lucha de clases, del socialismo y comunismo;
- Laicismo. La religión es reemplazada por la ideología-política, mística y simbolismo ancestral. En la práctica cotidiana confluyen la ideología-política y la religión cristiana;
- Rechazo del intelecto social y reflexivo que se expresa en un marcado antiintelectualismo;
- El antisemitismo. Aunque es típico para todas las variantes del fascismo, en el nazismo alemán es un elemento constitutivo para la ideología. Adquiere una forma eliminatoria, con la finalidad de erradicar a la supuesta raza judía de todo el planeta. La “raza judía” encarna a todos los aspectos del capitalismo percibidos como negativos. Con la eliminación de “los judíos”, la superación del sistema capitalista se vuelve obsoleta o se imagina superado.
Si repasamos el listado encontramos bastantes criterios aplicables a Rusia. Pero no alcanzan para afirmar que el estado ruso se haya convertido en un sistema fascista o nacionalsocialista. Pero sin duda el imperio ruso se encuentra en camino hacia una suerte de posfascismo del siglo XXI con características específicas nacionales y adaptadas a las necesidades de una economía imperialista en tiempos de globalidad.
No todos los aspectos ideológicos y las prácticas del fascismo y nazismo histórico se aplican en la creciente cantidad de estados con gobiernos encaminados en esta dirección. Pero para destruir o impedir la democracia y más aún, reprimir perspectivas que apuntan a la superación de la sociedad de mercancías, es decir al capitalismo, bastan estos sistemas de mixturas reaccionarias y posfascistas de sobra. Hoy, Putin y Trump representan dos caminos hacia la barbarie en margen de la acelerada agonía del sistema capitalista y del medio ambiente.